En el año de 1697, publica Perrault los Cuentos a los que debe su celebridad. Este académico, acostumbrado a escribir te-mas de altura en lenguaje adecuado a sus pares, desciende de ese sitio para emplear el habla de las ayas o nodrizas de sencilla ingenuidad, con lo que conquista al público europeo de su tiempo y aún sigue atrayendo a lectores de todos los lugares, ya que esos cuentos, al decir de una autoridad, no son de Perrault, sino de todo el mundo, porque nos descubren nuevos horizontes de arte, de moral, de poesía y de filosofía, al ser comprendidos de mejor modo.
Puede afirmarse que cada lector, sea cual fuere su edad, encuentra en ellos y en medida exacta, cuanto puede apetecer; tanta ingenuidad y tanta profundidad como necesite, las bellezas de cuya comprensión es capaz, las sugerencias que le son dadas a seguir, la fantasía que más puede seducir en cada caso.