En Occidente nos enseñan desde pequeños a utilizar los cubiertos, a lavarnos las manos antes de sentarnos a la mesa y, especialmente, a no usar las manos para comer. Sin embargo, existen teorías de estimulación temprana de bebés que alientan a los padres y madres a permitir que sus pequeñitos coman libremente con las manos para que aprendan a distinguir y reconocer texturas y puedan alimentarse solos sin dificultad, pese a no haber desarrollado todavía la habilidad necesaria para manejar la cuchara. Pero, salvo excepciones, los niños no llegan a la edad escolar sin haber aprendido a usar los cubiertos.
Así, comer con las manos se convierte, para los occidentales, en una exótica costumbre de algunos países de Asia y áfrica, en algo ajeno que puede resultar una experiencia divertida -o tal vez perturbadora-, pero nunca natural. Lo más lejos que hemos llegado de este lado del mundo en la incorporación de otra forma de comer es el uso de palillos chinos, tradicionales del Asia del Pacífico. De hecho, este utensilio ya forma parte de las costumbres urbanas de Occidente: es común ver a personas comiendo sushi o comida china con palillos en restaurantes de ciudad de México, Nueva York, Buenos Aires o París, y usándolos con naturalidad y destreza.
En este libro invitamos deliberadamente a comer con las manos. Creemos que se trata de una experiencia placentera, que nos libera de platos, cubiertos, mesas formales y demás cuestiones de etiqueta. Comer con las manos es compartir una comida en una reunión de amigos, en un cóctel para despedir el año, en un cumpleaños con muchos invitados, en la inauguración o celebración de un proyecto personal...