Los héroes nacionales descienden de sus monumentos para sentarse a la mesa en el Castillo de Chapultepec, donde se indigestan por cuenta del erario público. El resultado es una novela desenfadada, irónica, irreverente pero también deliciosa. Zagal rompe con los modelos rígidos de la historia oficial que amenazan con convertir las fiestas del Bicentenario en una aburridísima catequesis cultural y, en su lugar, nos propone un relato ocurrente e imaginativo donde el misterio, la intriga política y la gastronomía van de la mano. Se trata de un suculento y entretenido homenaje a los héroes que nos dieron patria que, sin duda, despertará polémica entre quienes no han aprendido a reírse de nuestro pasado.
Los próceres nacionales no somos figuras de cera. Fuimos hombres de carne y hueso, con manías y defectos, hombres reales. Finalmente me encuentro con un texto que nos hace justicia.
José María Morelos y Pavón
Estamos frente a una novela burlona, reaccionaria y conservadora, cuyo autor deber ser pasado por las armas de inmediato.
General Alvaro Obregón
Hay demasiada sangre y traición en este libro, parece literatura costumbrista.
Francisco I. Madero