Morgan y yo nacimos el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar. Recuerdo el instante en el que decidimos ser amigos para toda la vida. Hemos estado ahí el uno para el otro: cuando murió su madre, cuando se mudó al otro lado de la ciudad, cuando entré al equipo de futbol americano, cuando mis padres comenzaron a pelear. A veces me preocupa que no exista el por siempre, que en un minuto o en un segundo todo se evapore y no haya vuelta atrás.