Rubén Darío es un poeta de exquisito temperamento artístico que aúna el vigor a la gracia; es de un gusto fino y delicado; lleno de fosforescencias súbitas, de sorpresas; con la cabeza poblada de aladas fantasías, quimeras y ensueños, y el corazón siempre abierto a la esperanza. Creador de un auténtico mundo poético, con la aparición de Azul (1888), señaló el principio del profundo cambio en la concepción estética de la literatura hispanoamericana. Azul está compuesto por versos y cuentos en prosa, de carácter maravilloso y temas exóticos; en ellos evoca un mundo fantástico: faunos, gnomos, hadas, ninfas, cisnes, lagos de azur, parques versallescos...
¡Lart cest lazur!, dijo el gran poeta. Sí, el arte es azul, pero aquel azul de arriba que desprende un rayo de amor para encender los corazones, ennoblecer el pensamiento y engendrar las acciones grandes y generosas. Eso es el ideal, eso es el Azul con irradiaciones inmortales, eso es lo que contiene el cofre artístico del poeta.