Para sumergirse en el aislamiento, el hombre necesita retirarse lo mismo de su cámara que de la sociedad. Yo no me siento solitario mientras leo y escribo, aunque ninguno me acompañe. Para que un hombre se considere solo debe dedicarse a contemplar las estrellas. Los rayso que proceden de esos mundos celestes establecerán una separación entre él y lo que él toca. Llega uno aimaginarse que han hecho la atmósfera transparente con el designio de dar al hombre la presencia perpetua de lo sublime en los cuerpos celestes. ¡Cuán grandes son los hombres vistos en las calles de las ciudades! Si las estrellas aparecieran una sola noche en mil años, ¡con cuánto fervor creerían y adorarían por muchas generaciones el recuerdo de la Ciudad de Dios que se les había mostrado! Mas todas las noches aparece este mensajero de la belleza e ilumina al universo con su amonestadora sonrisa. Las estrellas despiertan en nosotros cierta reverencia, porque si bien se hallan siempre presentes son inaccesibles; mas los objetos de la naturaleza nos hacen una impresión familiar, cuando la inteligencia se abre a su influjo. La naturaleza nunca tiene una apariencia baja. El hombre más sabio no es capaz de arrancarle sus secretos y perder su curiosidad por ella, llegando a comprender toda su perfección. La naturaleza nunca llega a ser un juguete del hombre sabio. Las flores, los animales y las montañas reflejan la sabiduría de su mejor hora, lo mismo que deleitaron la sencillez de su infancia.