Al igual que Voltaire, Anatole France rebasó los ochenta años. Numina nomina: su pensamiento y su arte, grecolatinos, parisienses de entre el Loire y el Sena, hállanse horros de toda inspiración extranjera, anglosajona, nórdica u oriental. Y el patriarca dela Béchtxellerie es el único escritor francés cuyos destellos, universales ya cuando aún vivía, pueden ser comparados a los del patriarca de Ferney.Murió en circunstancias de apoteósis. El día sus funerales, jeunes genes pleins de génie, como hubiera dicho Renan, lanzaron a la ciruclación un panfleto de cuatro páginas intitulado Un cadáver, en el que expresaban sus sentimientos a propósito del muerto. El ataque sorprendió, no tanto por lo peritnente de los reproches como por la vehemencia del tono y por la elección del momento. Poco después, Jean Jacques Brousson divirtió a los papanatas con las irreverencias de su Anatole France en pantoufles y las ponzoñosas mordidas del Voyage de Paris a Buenos Ayres.