La reconocida perfección formal que la poesía árabe ofrece nos impide con excesiva frecuencia que en ella veamos más allá de su superficial formalismo prosódico y ling?ístico. No es sólo causa de ello la dirección predominantemente filológica de nuestros estudios árabes, sino también el rumbo tomado ya de antiguo por la crítica poética de los árabes mismos.
Ellos también consideran su poesía, con exclusión casi total de cualquier otro aspecto, como un producto literario cuya perfección radica esencialmente en las líneas de su composición técnica, en la elaboración de sus imágenes y figuras retóricas de dicción, en el uso más o menos acertado de sus palabras, en el sonido de sus ritmos en sí