No es poco lo que se ha escrito acerca de don Antonio de Solís y sobre su célebre Historia de la Conquista de México, el libro que el lector tiene ahora en sus manos. La índole de la presente edición excusa el recorrido por los vericuetos de esa extensa bibliografía, y quien se interesa en ellos queda remitido al Apéndice II, donde hallará una lista selecta de obras sobre el particular. Pero como mucho de lo escrito acerca de aquella obra, ya a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, respira anacrónica incomprensión, nos ha parecido necesario poner de inmediato en aviso al lector contra la falaz y generaliza idea, principalmente prohijada durante el siglo XIX, de que el libro de Solís abunda en méritos literarios en proporción inversa a los historiográficos o para decirlo sin ambages, que como libro de historia su valor es nulo.



Afirma que la Historia de Solís carece de valor como contribución positiva al conocimiento e inteligencia de la empresa conquistadora de Hernán Cortés, sólo porque no se apegó a los cánones aceptados por la mayoría de los historiadores que escribieron en el siglo XIX supone una inconsecuencia semejante a aquella en que incurría quien afirmara, por ejemplo, que las pirámides de Egipto, el Partenón, una catedral gótica o un palacio barroco son obras bellas, sí, pero ayunas de otros méritos, sólo porque su finalidad y su realización difieren de los objetos de un moderno rascacielos y de la técnica empleada en levantarlo.