Cuando Flora descubre la sorprendente carta de Max siente a la vez alegría y desconcierto pues desde que está en prisión recibe poca correspondencia. ¿Qué puede querer este excéntrico joven que parece estar convencido de que tienen algo en común? ¿Qué puede compartir con ella, condenada a seis meses por agredir a una chica que la acosaba? Max no toma mucho tiempo en confesarle que sufre de ansiedad y que después de un grave episodio es incapaz de salir de su casa y que vive atrincherado con sus libros, su computador y su gato. Flora y Max intercambian correspondencia y recolectan día a día cosas luminosas y reconfortantes que suavizan sus encierros mientras construyen para ellos un nuevo lugar en el mundo.