Para muchos, Altazor o el viaje en paracaídas (Madrid, 1931), considerado como el poema del fracaso, es la obra cumbre de Vicente Huidobro, quien figura entre los grandes poetas experimentadores de la década de 1920. Fue una figura clave de ese periodo, por su energía y firmeza con la que se proclamaba el primer poeta vanguardista y por haber fundado el Creacionismo, movimiento basado en una teoría estética general; según este movimiento literario, el poeta debía crear un poema como la naturaleza crea un árbol. Su respuesta a todos los movimientos de comienzos del siglo XX fue el Creacionismo, la corriente revolucionaria que concebía al poeta como un dios taumaturgo, destinado a crear un nuevo tipo de poesía que compitiera con la naturaleza en lugar de reflejarla (en Arte poética, califica al poeta como un pequeño dios). Este concepto constituyó el eje de su obra poética, sembrada de imágenes sorprendentes, de yuxtaposiciones efectistas y de letras y secuencias de palabras de carácter aleatorio. Altazor no es un poema fracasado, sino lo que es muy distinto, el poema del fracaso; no sobre, sino del fracaso; no un comentario alrededor del fracaso, sino su presencia misma. Uno de sus valores (y de sus riesgos, por supuesto) reside en este hecho: haber ilustrado con su escritura misma la desmesura y la imposibilidad de una aspiración de absoluto. La huella poética de Huidobro en la poesía hispanoamericana es indiscutible. Aparte de su influencia en las nuevas generaciones supo descubrir caminos nuevos a partir de Altazor, uno de sus mejores aciertos líricos.