Está en mi carácter, y ya lo he dicho en muchas entrevistas: nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie más que uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca . Todo el enigma del trópico latinoamericano se puede reducir a la fragancia de una guayaba podrida, afirma Gabriel García Márquez a Plinio Apuleyo Mendoza, su amigo desde la juventud; descubre también lo que piensa de la literatura, la fama, la política, el poder, las mujeres, su amistad con Fidel Castro, Mitterrand y Torrijos, así como de su compromiso con la defensa de los derechos humanos, en una conversación reveladora, apasionante, que conserva su relevancia y frescura aun después de casi 30 años de haber tenido lugar.