Al terminar Justicia oral: guía para las audiencias del sistema acusatorio y Justicia oral II: guía para la resolución de conflictos en las salidas alternas del sistema acusatorio me sentí particularmente orgulloso de haber planteado los ejemplos de casos prácticos por medio de casos reales convertidos en narraciones. Por más que tengamos tantas ideas propias y tantos conocimientos de cualquier tema jurídico, al escribir un libro de carácter técnico o didáctico no podemos evitar hacer la compilación de datos e investigación documental que nos deja con el sabor de que nuestros conocimientos plasmados en un libro pertenecían a priori a alguien más. Los casos planteados en ambos libros me proporcionaron dos tipos muy diferentes de placeres: uno egoísta, al saber que lo plasmado en esas letras no lo había investigado, lo había vivido, lo había sentido en carne propia, nadie podía poner en tela de juicio mi autoría sobre esos temas; por otra parte, disfruté de un placer más altruista que me emocionaba al compartir con otros abogados y estudiantes de derecho esas experiencias que esperaba pudieran ser útiles en su hacer por el derecho o ser un arma en su lucha por la justicia. Ambiciosamente quise combinar tres ingredientes: el primero de ellos, mis sencillos conocimientos del derecho y, particularmente, del sistema acusatorio obtenidos a través de cursos y posgrados; el segundo fue la experiencia obtenida a través de un litigio intenso ejercido sin descanso desde que se implementó el sistema acusatorio en el país, además de muchos años más ejercidos desde antes; por último, ese gusanito, esa ínfula de escritor que me molestaba desde hacía mucho tiempo antes de obtener el siglo pasado esos premios por cuento y novela, desde el kinder siempre quise contar historias y ahora no podía quedarme con las ganas. Agregué pues los casos. Las historias, los cuentos y lo que empezó solamente como una inquietud y una forma de plantear mejor una idea se convirtió en la columna de mis publicaciones. Amigos abogados y colegas de todas partes me decían que habían prestado el libro a sus cónyuges o a sus hijos y que les había fascinado la parte de los casos, que debería dedicarme a escribir novela. Ese tipo de cumplidos que a veces me envanecen, pero muchas veces me ruborizan. No, no voy a dedicarme a escribir novela, no todavía. Soy abogado y es lo que he querido ser desde siempre: el litigio es mi actividad y mi taller es un juzgado, pero nadie me quitará ese nuevo placer, esa nueva responsabilidad de ayudar a mis colegas y a los estudiantes para conocer más de esta nueva disciplina del derecho, y tampoco de ese placer muy mío de compartirles mis casos, por eso ahora, evitando las palabras técnicas y las lecciones con gráficas, he hecho esta compilación de los casos, algunos, no todos, ya que no he terminado de escribir. Habrá más, claro que sí y espero que los disfruten tanto como yo al recrearlos.