Esta ensayo aborda las relaciones de poder ejercidas a través de la institución carcelaria y el ejercicio descarnado que de éste se administra en el interior de la misma, haciendo evidente el fracaso en sus promesas de prevención del delito, corrección y resocialización de los condenados.
Sin embargo, ante este fracaso que deslegitima el sistema penitenciario, la cárcel se fortalece cada vez más en Occidente. ¿ Cuáles son las razones para que ante esta situación no haya una reacción generalizada dirigida a su abolición?, ¿por qué aún hoy, y con todo su desprestigio, ésta se sigue perfilando como el centro de nuestros sistemas punitivos?
Entre otras cosas porque la política criminal de represión de los delitos a través de la cárcel, estatifica y fija todo el ámbito de los conflictos en una solución. En consecuencia, todo el ámbito interdisciplinario, todo el debate político y democrático que las sociedades podrían poner en práctica para hacer frente a sus conflictos, queda reducido a un ámbito reactivo y simplificador de las problemáticas sociales. El producto es el de un sistema de dominaciones impresas al interior de las almas, no sólo de los condenados, sino de toda la sociedad, que nos obliga a pensar en el cárcel como una institución inherente a la condición humana y a que no existe otra forma de afrontar nuestras problemáticas. No obstante, esta otra forma existe y es precisamente el abolicionismo penal, que posee criterios suficientes para pensar y actuar de otro modo en materia de conflictos sociales. Basta con dejar de repetir las caracterizaciones dominantes de la cuestión criminal, basta con dejar de repetir las caracterizaciones dominantes de la cuestión criminal, basta con dejar de lado los discursos criminológicos dominantes y debatir democráticamente políticas públicas distintas a la cárcel, basta con pensar y actuar de otro modo.