Los niños siempre se han burlado de los adultos; los observan, los escuchan, pero nunca los obedecen y siempre los critican; por eso son tan divertidos. Bruno es el mejor amigo de un niño; y, como amigo, siempre escucha, con sus orejas alargadas, todo lo que le cuenta de sus peripecias en la escuela, de los regaños de su madre y de la lata que le dan Verónica y Archibaldo, sus tortugas.
Así, el niño ha construido un mundo interior, con retazos del mundo exterior, y cada cosa tiene una importancia diferente de la que le da su madre, su maestra o el doctor. En ese mundo, las matemáticas no tienen sentido y la mayor injusticia es que no haya cines para ratones y conejos.
Escrita con un gran sentido del humor y a través de la mirada de un niño, esta novela muestra el mundo de los adultos con una visión crítica, lúcida, cínica y despiadada, que nos hace pensar en cuán ridículas pueden ser muchas actitudes de los adultos.