Este libro fija su tono en nosotros como una añoranza irresoluble. El aliento de sus páginas traza el paisaje de una ciudad negra y sitiada, fantasmal y con la marca de una violencia inmerecida. Y también nos lleva a recorrer los vericuetos de una memoria que reconoce a las mujeres de un pasado familiar como sus principales figuras tutelares. Así realiza un tránsito delicado hacia la femineidad amada y distante, apenas tenida como relámpago verbal.