En el Derecho, ninguna creación o aplicación de una norma tiene validez si no se aportan justificaciones establecidas por el propio corpus jurídico. Fuera de esta fundamentación sólo hay vacío e ilegalidad. Es sólo a través de la argumentación jurídica que se pueden producir, emplear o analizar las proposiciones legales, es decir, dar razones que legitimen los actos de la juridicidad de una comunidad.
La teoría jurídica, hasta ahora, ha dividido a la interpretación de la argumentación y las ha presentado como procesos separados. La hipótesis de esta obra es que se trata de elementos de un mismo proceso. La argumentación jurídica es, entendida aquí, en primer lugar, como la forma de presentarse ante nosotros el derecho, como aquello que hace posible la existencia del discurso normativo y el metalenguaje doctrinario.
Mientras que la argumentación permite la producción justificada de proposiciones legales, la interpretación jurídica por su parte se encarga de estudiar a éstas como lenguaje, como pura textualidad, ya sea para explicarlas o para atribuirles un sentido.
Independientemente del acto que se realice, el objeto de la interpretación es siempre la relación existente entre la proposición legal y la conducta realizada.
Para entender mejor este proceso racional y justificatorio del Derecho, se estudia al discurso jurídico a la luz del lenguaje, y éste a su vez como constructor de la verdad. Asimismo se analizan las diferentes técnicas y las teorías contemporáneas de la argumentación jurídica y los criterios judiciales para la interpretación.