Uno de los fines ínsitos del Estado de Derecho es proteger a la comunidad de ciudadanos en su persona y en sus bienes. Inmanuel Kant, en la Metafísica de las Costumbres con la expresión poderes salvajes alude con claridad a aquella libertad salvaje y desenfrenada como manifestación de la ausencia de normas reguladoras de la conducta humana, es decir, carencia de derecho propio del estado de naturaleza. En esta condición previa los más fuertes someten físicamente a los más débiles, en cambio, cuando el gobierno de la fuerza transita por el gobierno de leyes, exprésase a una manifestación de la racionalidad humana y no de su fuerza vital. Así, el derecho limita al poder y organiza la coercibilidad de las leyes de una forma racional y centralizada en el Estado, o como escribiera Aristóteles, estar gobernado por buenas leyes, es el gobierno de la razón.
En esta obra, el doctor Miguel Angel Mancera Espinosa, sin hacer a un lado el garantismo y el Estado de Derecho, toma decidida posición teórica compartida con el profesor alemán Gunter Jakobs, teórico del Derecho Penal del Enemigo. El libro da cuenta de que esta teoría está presente en la reforma constitucional, pero toma distancia de tesis como lo siguiente: …Se preservó el régimen de excepción en el combate a este tipo de delincuencia… en cambio, escribe con convicción: Consideramos indispensable trabajar a nivel constitucional en una justificación que oriente este tipo de normativa hacia una legislación especial, en lo cual se entienda que forma parte del propio Derecho Penal… son razones de peligrosidad para justificar un trato diferente al de los demás, incluso, como lo propone Jakobs, a ser considerado como un foco de peligro, pero en todo caso conservando la atención estricta al principio de legalidad…
De lo anterior puede diferirse que el doctor Mancera está convencido de que la delincuencia organizada debe ser tratada con un Derecho Penal especial acorde con la especificidad de estos grupos criminales.
