Cuando mi amigo y editor Anand Dílvar me sugirió la idea de escribir un libro para mujeres lo primero que sentí fue una especie de rechazo. Pensé que escribir un libro de mujeres me convertía en feminista, los temas sólo para mujeres me sonaban medio ridículos en aquel entonces. La verdad es que mi rechazo a las feministas era más bien cultural, y sobre todo fruto de mi ignorancia sobre el tema. Lo segundo que sentí fue miedo. El tema mujer me imponía mucho. No me sentía preparada para contar nada profundo a las mujeres cuando yo misma me escondía e los hombres que realmente me atraían, temía a mi padre y aún andaba con la confianza por los suelos debido a una relación en la que el príncipe enamorado y supuesto maestro espiritual que yo idealizaba se andaba acostando con Pilar, mi hasta entonces mejor amiga y, desde entonces, peor amiga.