Todo empezó con una visita a la oficina de admisiones de la Universidad de Santa Mónica. Yo era madre soltera de tres niños y anhelaba concluir mis estudios de posgrado. Sin embargo, en aquella época de mi vida eso habría sido prácticamente imposible sin el apoyo de mi amigo Fred.
Fred creyó en mí más que yo misma y me dijo: solicita una beca, Jana, y si te la conceden, yo te pagaré mensualmente tu viaje en avión de Houston a California.
Yo creía que la probabilidad de que me otorgaran una beca era prácticamente nula, pues sin duda habría muchas solicitudes. Estaba segura de que no me la concederían, y aunque lo hicieran, ¿cómo podría aceptar tan generosa oferta de mi amigo?
No fue sino hasta dos semana después de haber recibido ese ofrecimiento por parte de Fred que decidí hacer a un lado mi orgullo y correr el riesgo de no ser aceptada; entonces envié mi solicitud.
Algunos meses más tarde recibí una llamada de la universidad: no sólo me habían aceptado en el programa de posgrado, sino que también me iban a conceder la beca. ¡No podía creerlo! Mi sueño de cursar estudios de posgrado se volvería realidad; no obstante, recibir de manera agradecida la proposición de mi amigo me resultó mucho más difícil de lo que había imaginado.