Hace tiempo que Janie ha dejado de creer en el hombre perfecto. Tiene dinero, un buen trabajo y, tras varios fracasos sentimentales, ha decidido prescindir de los hombres. Cuando conoce a su vecino lo encuentra físicamente atractivo pero irritante. Y, a pesar de que él comienza a obsesionarse por ella, tampoco se siente en peligro. Ni ella ni sus amigas ven amenaza alguna en las susurrantes llamadas telefónicas que se suceden. Ignoran que las acecha una mente tan desequilibrada como brutal.