El problema moral es la base de las novelas de Valera y todos los conflictos arrancan de temas de amor; el antagonismo de los sexos en relación con un ideal de vida. La mujer ha sido el estudio predilecto de Valera, a la que considera siempre inteligente, llena de valores, siempre superior al hombre; no es la hembra, es la mujer con sus infinitas perfecciones. La mayor parte de las novelas de Valera son novelas de amores y en casi todas ellas destacan las mujeres, por eso se parecen tanto unas a otras; el estudio de la mujer fue siempre la preocupación y el deleite de Valera, como afirma Montesinos. La mayor parte de su vida la pasó fuera de España, de la que conocía muy poco; no se sabe de otros viajes que los de su tierra andaluza a Madrid; contrariamente recorre casi toda Europa, desde Rusia hasta Italia y América, por lo que parece había de tener muy poco de español y entre sus contemporáneos se consideraba como un extranjerizado; sin embargo, era bien español y en realidad no gustaba convivir con los escritores de otras naciones en las que vivió. Eran buenos amigos suyos un pequeño grupo de académicos, pero nada quería con la literatura de su época ni con los escritores; Núñez de Arce, Campoamor, Echegaray y los demás novelistas y dramaturgos de su tiempo, ni siquiera Galdós, le dieron motivo pata escribir alguna cosa acerca de ellos; y en más de una ocasión confesó que no le interesaba Pereda, cuya obra en realidad era bien distinta de la suya. Concedía muchos más valores a Clarín, aunque le calificaba de demasiado pesimista, y por lo que se refiere a Doña Emilia Pardo Bazán le molesta que se recree en lo soez, lo villano, lo sucio, lo vulgar, aunque confiesa que sus novelas son interesantes. Por mucho que critique la novela contemporánea, su españolismo es bien hondo y su mentalidad es castizamente española; son muchísimas las ocasiones en las que habla con orgullo de ser español. Puede decirse que el hombre es superior a su obra, pero de todos modos aunque muy criticada fue muy leída.