El príncipe Idiota es una de las más grandes novelas de Dostoievski. Como en un caleidoscopio, se mezclan en ella todos los elementos de la obra dostoievskiana pasada y futura, girando todos ellos en torno de la soberbia temática nodular: la sed de riquezas. Escrita en 1867, o sea en la mitad del camino de la vida de Fiódor Mijáilovich, esta obra constituye un magnífico ejemplo de su pujanza creadora y, a la vez, resulta muy interesante para quienes deseen comprender la trayectoria ideológica de Dostoievski.
Se ha escrito y hablado mucho sobre las ideas de Dostoievski, durante su vida y después de su muerte. Contemporáneos suyos criticaron justamente su involución intelectual, y durante mucho tiempo siguió midiéndosele, en Rusia, con el rasero crítico del siglo XIX, lo cual no nos parece aceptable, pues lo que es válido y comprensible en una época dada y bajo determinadas circunstancias, puede dejar de serlo con el paso del tiempo. Belinski, Hertzen, y Chernichevski jugaron en su época y en su país un papel positivo y determinante, pero... en pleno siglo XX, ¿debemos seguir repitiendo al pie de la letra sus juicios sobre el arte?
Tampoco nos satisface el misticismo elevado a la categoría de crítica literaria, pues incurre; en el error contrario: el de despojar a las cosas de su valor real y concreto, exagerando a tal punto el elemento subjetivo, que la personalidad de un artista parece depender exclusivamente del talento interpretativo del ensayista, y la crítica se convierte en ficción teológica. De este defecto adolecen, a nuestro parecer, los ensayos que sobre Dostoievski han escrito, entre otros, Motchulski y Merezhovski.