Afirma Sacks que somos una especie tan lingüística como musical, y aunque el fenómeno de la música sea complejo, también es susceptible de distorsiones y enfermedades. Pues no sólo nos eleva a grandes alturas emocionales o actúa de acicate de la memoria, sino que puede sumirnos en la depresión o empujarnos a comportamientos obsesivos.
El autor examina la relación con la música de gente corriente o músicos profesionales, para arrojar luz sobre ese fenómeno que tanto domina nuestras vidas y del que sabemos muy poco.
A través de fenómenos como la amusia, el hipermusical síndrome de Williams, las alucinaciones, los perjuicios de la fijación con el iPod o la música como inspiradora de terror, Stacks elabora un lúcido análisis de la identidad y de cómo la música es un factor clave para crearla, ya sea de una manera patógena o como un agente enormemente positivo para tratar el Parkinson, la demencia o el síndrome de Tourette.