Un libro que explica cómo fue posible la segunda evasión del Chapo Guzmán y revela el deterioro al que han sido sometidos los sistemas de seguridad penitenciarios durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. He aquí la crónica de una fuga que empezó a preparar mucho tiempo antes de que capturaran a Guzmán Loera en febrero de 2014. Raymundo Rivera Palacio comienza el recorrido en 2012, cuando se aprobó que la Secretaría de Gobernación absorbiera a la Seguridad Publica Federal. A pesar de que esta última era la más importante en crecimiento, quedó reducida a una Comisión Nacional, desde donde se produjo un desmantelamiento sistémico de la seguridad en los penales, el relajamiento de las barreras legales contra los crímenes y el otorgamiento de privilegios inexplicable. El túnel que uso el célebre narcotráfico fue la vida rápida hacia la peor crisis del sexenio: exhibió no sólo el desastre del diseño institucional, sino la frivolidad con la que actuaron en su construcción. Fueron tantas alertas emitidas y tantos los sistemas que fallaron a la vez, que resulta demasiado grande el error para que sea circunstancial. Quedará así, como un icono de la debacle de la política de seguridad, lo que pasó la noche del 11 de julio de 2015 en El Altiplano, con el inolvidable grito de fondo del comisionado Hernández Mora a la coordinadora de reclusorio, Celina Oseguera Parra ¡Benito no se ve los monitores!” El Chapo Guzmán se había vuelto a escapar.