Jean Alphonse Morvan nos presenta al laberinto como una metáfora del camino espiritual recorrido por un hombre, teniendo por marco la búsqueda de la verdad y de uno mismo. El protagonista, Axel Grode, es un hábil jardinero que ha diseñado extraordinarios laberintos para el palacio real y para su ciudad. Sin embargo, es desafiado por un extraño personaje que lo invita a recorrer un laberinto superior a los que él realiza (El Gran Laberinto), y allí comienza a deshilvanarse una historia en la que Grode deberá pasar por una serie de pruebas. Estas pruebas se encuentran dentro del Gran Laberinto, que tiene la particularidad de ser apenas un largo pasillo. Pero lo que, en apariencia, se le presenta como algo sencillo, se complica porque a ambos lados del pasillo hay puertas con sugerentes títulos en las que Grode entra, tentado por su orgullo y su soberbia.
La metáfora que la obra nos propone es la de los múltiples caminos en los que el hombre se pierde, olvidando el verdadero rumbo de la vida, que no es otro que el de avanzar hacia la luz.