El libro negro de la psiquiatría contemporánea obedece al efecto de perplejidad ante los furiosos ataques al psicoanálisis, cada vez más coléricos y cada vez más infundados, cuya expresión más reciente se encarna en un compendio de más de ochocientas páginas también titulado El libro negro. Nos referimos, claro, a El libro negro del psicoanálisis. Sin embargo, contra lo que su título pueda sugerir, éste, nuestro Libro negro, no ha sido concebido corno un contraataque en espejo a esas denuncias frenéticas hechas al psicoanálisis en nombre del positivismo científico o cientificista. Responder contraatacando fue una enorme tentación -a la que debimos resistirnos-, ya que muchos de los argumentos utilizados para refutar al psicoanálisis -extensa duración de los tratamientos, no resolución inmediata de los síntomas, retorno al pasado, intelectualización, pura palabrería, sumisión ciega a los mitos fundantes,y sobre todo muy costoso- han sido desde siempre objeto de planteos y cuestionamientos valiosos y lúcidos, por parte de psicoanalistas de distintas corrientes, empezando por el propio Freud. Ningún psicoanalista que haya seguido -y entendido- a Freud y a Lacan defiende hoy al psicoanálisis como si se tratara de una secta, una religión, una práctica inefable o un discurso de certezas irrefutables, en contra de la racionalidad del espíritu científico. Nadie puede acusar al psicoanálisis de falta de reflexión autocrítica. Quienes contribuimos a la aparición de este libro acordamos que el punto crucial no está allí, en la denuncia de la impunidad con la que se le acusa de mentiroso, muy caro, sugestionados, inoperante, etc., mintiendo a su vez al público al que se dirige, por ignorancia, conveniencia o mala fe. Es interesante recordar aquí el ensayo de Oscar Wilde En defensa de la mentira donde se pone en evidencia el buen servicio que la fantasía presta a la verdad y el engaño que se comete cuando sólo se considera verdadera a la pura realidad.