No tenían un medio y lo tuvieron que inventar, no tenían un look y lo crearon con litros de gel y horas de trabajo dedicadas a cada meticuloso escapulario. No imitaron a nadie porque no tenían a nadie a quien imitar y crearon su fascinante código desde cero, todo por un güiro que escucharon en el radio, tan pegajoso que era imposible no seguirle el ritmo y dejarse llevar por él hasta donde este los llevara. Y los llevó a los bajopuentes, los dance halls y las calles de los barrios bajos de Monterrey, donde se destacan de todos los demás por su estilo inconfundible de vestir y bailar.