El arte de la manipulación llega a su cima. Desde mi celda pienso en ella, en Bettý, tan bella, tan libre... Se me acercó en aquel congreso para decirme cuánto le había gustado mi conferencia. ¿Quién se habría resistido? ¿Y luego? ¿Qué pasó? No quería ese trabajo ni esa relación. Debería haber detectado las señales de peligro. Debería haber entendido mucho antes lo que pasaba. Debería, debería, debería...
Recuerdo toda nuestra historia desde la primera mirada y descubro lentamente cómo mi culpabilidad parece indiscutible, pero sé que no soy culpable.