El 20 de octubre de 2011, Muammar el Gaddafi era linchado por un grupo de milicianos libios al que las fuerzas de la OTAN, operantes en la zona, inexplicablemente no pudieron detener, aunque sí apoyaron con el fuego previo de aviones franceses. Era el corolario de una intervención que mucho olía a petróleo, y que las principales fuerzas de Occidente emprendieron a instancias de Francia, hasta hacía poco tiempo socia del ahora condenable tirano. El ajusticiamiento horrorizó al mundo, y muchos se preguntaron cuál había sido el verdadero rol de la patria de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. El papel intervencionista de los franceses no era sin embargo algo nuevo.
Esta obra se ocupa de trazar, a grandes rasgos, el itinerario de una tradición que hizo de la ocupación y de las cruentas formas de represión un hábito sostenido por siglos. Así recorre desde los sueños expansivos de Richelieu y Colbert hasta la presencia en el sudeste asiático y la vergonzosa derrota a manos de los vietnamitas; desde el crudo colonialismo en Argelia hasta la instauración de la escuela de tortura y terrorismo que constituyó la OAS.
Glasman, desde luego, no se propone denostar a Francia, nación admirable en innumerables aspectos, pero sí mostrar un trasfondo oscuro y a menudo omitido; un camino de connivencias culposas y de discursos públicos en franca contradicción con los actos privados.
