El proceso de la escritura consiste en captar la realidad a través de la palabra para hacerla comprensible a otros, o incluso a uno mismo. Escribimos sobre las cosas que existen, sobre las que intuimos, o sobre las que imaginamos. Al hacerlo recurrimos siempre a la palabra, unidad fundamental de la escritura.
La palabra es un signo, es decir, una serie de sonidos o grafías -en el caso de la escritura- que evocan objetos, procesos, ideas o cualquier otra cosa real o imaginaria que es significativa a los hablantes. En suma, las palabras tienen significado y articuladas unas con otras dan forma a la expresión de nuestras ideas cuando hablamos, y por tanto al texto (estructura dotada de sentido) cuando escribimos.
Nuestra lengua ofrece mediante las palabras que la forman un eficaz instrumento expresivo para asir la realidad y verbalizarla. No sólo nos valemos de signos como tono, vencer o acto, sino que empleando terminaciones que varían el significado de las palabras (tonal, vencido, actor) podemos ampliar las posibilidades expresivas; o bien, agregamos elementos iniciales: entonación, invicto, inactivo, que producen nuevas formas.