Históricamente, la investigación científica ha sido rodeada de un halo de exclusividad intelectual, como un quehacer privilegiado de las mentes brillantes, y como el único instrumento infalible para el encuentro, el hallazgo o el descubrimiento de la verdad, para explicar y predecir el mundo, y como la ruta exclusiva para lograr la invención de la tecnología que hace posible el bienestar humano. Con esta modificación, la ciencia y sus métodos tienen entonces el perfil de algo supremo e inalcanzable para la mayoría de las personas comunes.