Espartaco es mi amigo; también es mi mascota. Juntos aprendimos a divertirnos, a lanzar la pelota, a no morder los rosales y a compartirlo todo, ¡hasta las croquetas para perro! También compartimos cosas tristes, como el corte de rabo y oreja que a Espartaco tan mareado lo dejó. Por desgracia, yo no sabía que aún nos faltaban por compartir las cosas más tristes del mundo.