La educación a nivel maternal, requiere de esfuerzo constante y comprometido de todo educador involucrado en la formación de alumnos, identificando las fortalezas y debilidades de cada uno, de acuerdo a sus características individuales. El deber del educador es poner mayor énfasis en la adquisición de competencias, es decir los conocimientos (previos y nuevos), habilidades (capacidades para enfrentar la realidad) y actitudes (marco de valores) para que el alumno logre aprendizajes significativos, es decir, que los haga suyos. Una educación genuina es aquella que logra que el individuo aprenda a conocer, aprenda a hacer, aprenda a ser y aprenda a convivir dentro de una comunidad; de manera crítica, creativa y experiencial con autocontrol, autocorrección y autoreflexión para obtener una mejor calidad de vida. En esta etapa, el área sensorio-motora juega un papel primordial en el desarrollo del pequeño, ya que se afianza la función simbólica que se manifiesta en el lenguaje, la imaginación, el juego y la imitación, en la que mediante símbolos y signos, el niño es capaz de razonar de manera lógica a diferentes acontecimientos y situaciones que le permiten poco a poco, evocar experiencias pasadas y comunicarlo con signos (palabras) o símbolos (imágenes y gestos). Esto es, que el individuo manipule la realidad de su entorno a través de imágenes y conceptos representativos para él.
