A la amada de toda mi vida, la eterna Sofía, la Santa Sabiduría, dedico estas páginas que registran las conclusiones finales de mi experiencia. En himnos de ciego júbilo suele expresarse la conciencia que descubre las promesas y esperanzas de la juventud. Brega y fracaso, pasión y ventura se suceden en la madurez que pugna por escalar las alturas y se hunde en los abismos según scherzos y adagios dolorosos o allegros triunfales. Luego, al declinar el afán que se gastó en la vana multitud de experiencias sin sentido, es la letanía el canto preferido del corazón. La letanía que es sarta de alabanzas y rogativas sobre un fondo de resignación desolada: ¡Dolor con esperanza! Consumación y holocausto de los destinos! Poco afanó quien no acaba sintiendo la impotencia del anhelo, el engaño de los mirajes que distraen nuestra atención, la necesidad de acudir a un empeño sobrenatural.