Isabel I de Castilla fue sin duda la reina más importante de la historia de España. Esta mujer de duro temple, nació en 1451 y falleció en 1504, luego de treinta años de fructífero reinado.
Ya desde joven tuvo que resistir la adversidad. Tras la muerte de su padre, fue testigo de los ataques de locura de su madre, mientras era relegada a la oscuridad por su hermanastro, el rey Enrique IV. Recluida en un convento, tuvo presiones de la nobleza para apoderarse del reino, y a pesar de conjuras y muertes dudosas a su alrededor, se mantuvo al margen de toda conspiración. Pero finalmente ciño la corona. Contrajo matrimonio con Fernando de Aragón, y cosa ni común ni importante a la hora de los matrimonios reales, ambos se amaron. Una vez en el poder, esa mujer haría gala tanto de decisión guerrera como de habilidad diplomática. Termino con la inestabilidad política de Castilla y reconquisto las tierras que los musulmanes habían ocupado durante siglos, tras una confrontación en la que solía presentarse en el frente de combate para arengar a las tropas y llevarlas al triunfo. Cuando eso ya bastaba entrar en la historia, tuvo la intuición de apoyar el arriesgado proyecto de un marino genovés, Cristóbal Colon, y así gravito en la ampliación de los Límites del mundo. Delfina Gálvez logra en estas páginas un breve pero vívido retrato de la reina, sin olvidar a la esposa, la madre, la mujer para la que no pocos reclaman el halo de santa.