El gigante, nunca en la vida había visto una giganta. ¡Tengo que encontrarla!, exclamó emocionado. ¡Tengo que encontrarla! Pero nadie en la aldea sabía dónde vivía la giganta ni cómo se llamaba. Y el pobre gigante enamorado, cada vez más triste, pasaba los días contemplando el retrato de su amada y suspirando.