Mi amigo Armando Jiménez tuvo la paciencia y la sabiduría de ir apuntando en un cuaderno todas las santidades y todas las herejías que oyó decir al mejicano de a pie. El producto de su rebusca ha sido el libro Picardía mexicana, el más leído de toda la historia de la imprenta en la América que habla español. A quienes somos aficionados al habla popular y a sus flexibles y vivísimos registros, Armando Jiménez nos brinda un próvido venero de sugerencias divertidas, eficaces y saludables que nunca se lo agradeceremos lo suficiente. El estudio de estas lenguas golfas y tangenciales, huérfanas y non sanctas, es un mar sin orillas en el que los cautelosos sabios oficiales (?) no querían nadar, quizá por miedo a la sarna y otras contaminaciones, y tuvieron que ser los heroicos sabios paralelos a quienes, a cuerpo limpio, empezaran a desbrozar el camino tupido por todas las espinosas a zarzas del prejuicio y el anestesiador afán de dejar que las cosas surgieran como iban, aunque fueran mal…