Con su gorra de béisbol y su cazadora cortavientos, Moore lleva ya años perfeccionando su imagen de rebelde informal, consciente del poder que tienen los medios de comunicación. Estamos ante un hombre que, a los 18 años, se presentó a las elecciones de la junta de su instituto para echar al director y que se pasó tres años luchando en los tribunales contra una revista para la que había trabajado en un par de números.