Entender el mundo es mucho más que entender la ciencia, pero también es eso. Comprender cómo se han invertido siglos de trabajo material e intelectual para tramar esa malla laberíntica de nociones, instrumentos, efectos, sueños y pesadillas que tenemos integrada a la vida diaria, en el cuerpo y en el alma, es sabernos mejor, orientarnos. Sobre todo, la cultura científica no es otra cultura: es tan cultura nuestra como la literatura, la historia, la música, el cine, la danza. Carlos López Beltrán, resistiéndose al aislamiento que, lamentable pero no inevitablemente, suele acompañar la especialización académica, se permite moverse con libertad de la ciencia a la filosofía, a la poesía y de regreso, y en el camino explora vasos comunicantes, trenza hebras de distinto signo, cruza umbrales, esquiva taxonomías, salva barreras y, en fin, da rienda suelta a su inveterada vocación nómada. Estos ensayos sobre las relaciones entre las ciencias y el resto de la cultura están escritos por un científico que hace filosofía y un filósofo al que no le asusta hablar de cultura, con una pluma que escribe al oído con persuasión segura y poderosa.