Lo que se llama la Revolución Industrial no fue un fenómeno que se produjera sólo en las fábricas: la agricultura, los sistemas de comunicación, la población -en lo que se refiere a su crecimiento y distribución-, el comercio, las finanzas, la estructuración social, la educación y la valoración del hombre sufrieron alteraciones profundas en proporción semejante a la industria.
Por ser Inglaterra el país donde se originó este proceso, y por tanto donde con más nitidez y con acometividad más arrolladora se perfila el ciclo naciente, es de interés siempre vivo el estudio de la época en que la Revolución Industrial empezó a tomar auge en la sociedad inglesa. Muchos autores -economistas y novelistas entre ellos- han tratado este tema; algunos con maestría y visión de conjunto, mas frecuentemente desde posiciones ideológicas bien consolidadas. Así, fueron parciales y sacaron consecuencias que pecaron de absolutas y viciadas. T.S. Ashton, de la Universidad de Londres, nos presenta en cambio un estudio equidistante de posiciones extremas, sin dejar de consignar nada verdaderamente importante, con la objetividad que corresponde a su calidad de maestro en este aspecto de la historia.