Carl heine, un joven pescador, es hallado muerto, atrapado en las redes de su barco frente a la remota isla de San Pedro, en las gélidas aguas del Pacifico Norte. La sospecha de asesinato nace enseguida entre los habitantes de la isla, casi todos ellos pescadores, muchos de origen japonés, y que todavía cargan con el peso, en aquel año de 1954, de los horrores de la guerra.