Desde hace tiempo, los amigos de Taracena le veníamos pidiendo que publicase en un volumen o en los que fuese necesario, toda esa colección de sus diarias notas que constituyen un testimonio insustituible para el historiador de este proceso turbio que llamamos la Revolución Mexicana. Con visión acertada y sagaz, el escritor nato que hay en Taracena ha sabido apartar la nota esencial, extrayéndola de la aparente confusión de los sucesos. Alguna vez, observando la insistencia con que cierto tema, desagradable al Poder, era repetido por Taracena en su diaria colaboración, algún director temeroso de disgustar a sus protectores, preguntó: "¿Qué no sucedieron, en aquellos días, otras cosas aparte de las que usted está recordando"? Taracena respondió: "En efecto, lo que comento es lo más importante de aquellas fechas y casi de toda la historia de México." El lector común acabará por convencerse de que muy a menudo y durante el largo período que las notas abarcan, lo que Taracena va anotando es lo importante, aunque muchas veces no quisimos verlo ni escucharlo; lo que el país no supo evitar, ni mucho menos castigar, el atropello electoral que es la fuente de todos los abusos. El libro de Taracena todavía tendrá que disgustar a muchos de los supervivientes de la infamia, pero como éstos al fin y al cabo pasan envueltos en la impunidad de sus crímenes, poco a poco irá creciendo, sin embargo, el número de los lectores que habrán de solazarse con la comprobación de que no es eterna la mentira. Las frases cortas, siempre oportunas, de Taracena, ponen al descubierto el podrido corazón de los fariseos y la bestialidad de malhechores que han creído poder superar a la historia. Y por lo menos de esta suerte, se habrá puesto a salvo una parte de la verdad, se habrá rescatado algo del honor.