En esta obra fray Bartolomé de Las Casas vierte toda la indignación acumulada tras presenciar durante medio siglo la conquista de América. A través de la descripción de atrocidades encadenadas, rítmica y reiterativamente hasta presentar una visión apocalíptica de la aniquilación de un mundo, los indios atormentados se trasfiguran en símbolo de la dignidad humana. Así lo entiende Llorente -el enciclopedista español exiliado- en su Vida de Las Casas, texto casi olvidado que se incluye en este volumen.
Sin faltar a un rigor científico notable para su época, Llorente, en una defensa apasionada, convierte a Las Casas en un adalid de toda la humanidad perseguida, y afirma que sería pues imposible encontrar el mínimo hecho censurable en la vida del venerable fray Bartolomé, y al contrario, todo prueba que su conducta personal fue intachable, y que sus virtudes fueron siempre puras y desinteresadas. Podemos incluso añadir que no defendió solamente la libertad de los indios, sino que todos los pueblos del mundo le deben tanta gratitud como los habitantes de América.