La obra que llena estas páginas, La cartuja de Parma, es considerada por muchos como la mejor novela de Stendhal, además de fiel representante de la corriente literaria de la que Stendhal, junto con Balzac, fue precursor: el Realismo, que fue una reacción en contra de los excesos idealistas del romanticismo. En esta corriente predomina el retrato de la realidad sobre la propuesta espiritualista o trascendental, siendo los personajes seres de carne y hueso, con todas sus contradicciones y complejidades, y no símbolos descarnados de la heroicidad o el amor puro.