Apenas unos años después de que tristemente no llegara el Fin del Mundo en el 2000, como se había anticipado, Lupercio el Cerdo vio la luz, -si habríamos de sobrevivir los humanos, entonces también un personaje de ficción tenía derecho a la vida, pensé-. Y si debo ser honesto, sobre todo existe hoy por un amor profundo y arraigado hacia el comic, y por su propia terquedad para mantenerse cerca de mí, ayudándome a sobrevivir largas y aburridas horas de trabajo, tráfico e insomnio.
Lupercio se convirtió formalmente en algo más que un personaje en el papel, es un amigo formidable desde entonces y no parece que vaya a dejarnos en paz en el futuro cercano. Quienes terminan por conocerlo también lo hacen suyo, lo he visto suceder.
Hoy Lupercio se reconoce a sí mismo como un cerdo lleno de dudas, pero absolutamente satisfecho de su inhumanidad. Su nombre por mera coincidencia, lo convirtió en tocayo de insignes personajes históricos, recordados aún por sus anécdotas, como: Lupercio Latrás, criminal y héroe en una sola vida, y el poeta de la escuela renacentista española, Lupercio Leonardo De Argensola. De haberse conocido, estoy seguro que no lo habrían despreciado como camarada.
Esperando no aparecer demasiado pretencioso a los ojos de sus lectores, Lupercio es una voz frente a la mayoría de las incongruencias que diariamente nos afectan, transformándolas a su manera, haciéndolas divertidas, si es posible. Y aunque realmente no sabemos quién es la caricatura de quién (él de nosotros, o nosotros de él), lo único que sí sabemos con certeza, es cuál de los dos actores es el que se divierte como puerco cada día.