México, febrero de 2014. Los titulares de prensa informan sobre la captura del Chapo, el fugitivo más buscado en el mundo, después de Osama Bin Laden, desde que escapó de prisión en 2001.
México, abril de 2009. Los cuerpos sin vida de un par de agentes de inteligencia militar encubiertos, disfrazados de campesinos, yacen a un lado del camino. Cerca de los cadáveres se encuentra un mensaje en un trozo de papel: Nunca atraparán al Chapo. Tal fue la suerte de los muchos que trataron de capturarlo.
Siguió entonces, la publicación de El último narco. La captura, donde al perfil del narcotraficante se sumó una crónica del operativo que lo puso de nuevo en la cárcel y una detallada reseña del modus operandi de su organización, misma que cada año movía o ¿mueve?, miles de toneladas de cocaína, marihuana y heroína hacia Estados Unidos por medio de túneles, aviones y submarinos; y que ha ganado miles de millones de dólares, llevando a su principal cabeza a aparecer en la Lista de Poder Global de la revista Forbes.
En lo que parece ser el cuento de nunca acabar, Beith incorpora una nueva vuelta de tuerca a su historia y publica, El último narco. La fuga, donde narra con lujo de detalle lo ocurrido la noche del sábado 11 de julio de 2015, cuando poco antes de las nueve de la noche, Joaquín Guzmán Loera escapó por segunda vez de una prisión de máxima seguridad mexicana. El narcotraficante huyó por un túnel de 1.5 km presuntamente construido al poco tiempo de ser capturado.