El abogado francés Maurice Joly publicó en 1864, en forma anónima y en la ciudad de Bruselas, el libro Diálogos en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, obra brillante que incluso a inicios del siglo XXI se conserva vigente como un libro de lectura obligada para los estudiosos de teoría política.
A la manera de los Diálogos de Platón, el autor utiliza la dialéctica para probar un argumento escalofriante: hasta la democracia más liberal, con leyes e instituciones bien cimentadas, puede ser convertida en un régimen tiránico con cierta facilidad, mediante el uso de la estrategia y la fuerza, e incluso con el apoyo del pueblo.
Joly parte de un encuentro imaginario en el infierno entre dos grandes pensadores: Montesquieu y Maquiavelo, cuyas obras presentan modos opuestos de pensar sobre la organización política de las naciones: Montesquieu, por un lado, cree en el espíritu de libertad y en la evolución de las sociedades; por el otro. Maquiavelo, como ya es bastante conocido, propone un régimen totalitario donde el fin justifica los medios. A partir de estas diferencias, ambos entablan un diálogo donde el autor desarrolla poco a poco los pasos que ha de realizar un dictador para lograr su objetivo de someter a una nación libre, aprovechándose de la apatía de sus habitantes.
Este libro fue escrito como una profunda crítica a Napoleón III, cuyos métodos para hacerse del poder son evidenciados por Joly, al ponerlos en boca de Maquiavelo. Cuando se refiere al tirano o príncipe, el autor en realidad se refiere a este emperador, hecho por el cual se decidió a presentar la obra en forma anónima.
Este anonimato fue aprovechado por la policía secreta rusa, que plagió la obra y, bajo el título Los Protocolos de los Sabios de Sión, la utilizó como panfleto antisemita, mismo que fue bastante leído entre los nazis e inclusive, dentro de los países Arabes de la actualidad.
No obstante anteponer las ideas de dos pensadores de otros tiempos, esta obra continúa siendo un tema de actualidad, ya que el príncipe tiránico mencionado en el libro puede ser reconocido en cualquier dictador de la actualidad, y bajo un análisis detallado, podrán identificarse los procedimientos que utiliza con los de Napoleón III, es decir, con los descritos por el autor, como si Diálogos en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu constituyera un manual para hacerse del poder.
Ese es precisamente el gran valor de esta obra inmortal: su intemporalidad.