El castillo de Otranto, publicado en 1765, inaugura la novela gótica que poco después hará furor en Europa, y con la que cobra forma consciente la corriente satánica de la literatura moderna. La obra establece las pautas que seguirá todo el género gótico que con ella se crea; en la trama, terror como condimento esencial del interés, acción incesante, intervención de lo preternatural, presencia de lo lúgubre y lo diabólico, juego desenfrenado de pasiones y angustias; en la ambientación, castillos y conventos siniestros, laberintos subterráneos, cavernas tormentas, ruinas malditas.
Walpole busca deliberadamente un nuevo modo de narrar que combine lo fantástico y lo real, que preserva la verosimilitud en la evolución de la acción sin por ello renunciar a los más fantásticos vuelos de la fantasía, hace, pues, que sus personajes piensen, hablen y actúen tal como se puede suponer que lo harían los hombres y mujeres colocados en situaciones extraordinarias, situándose, con este planteamiento y su desarrollo narrativo, en las raíces mismas de la revolución artística del romanticismo.