Lograr que mis intuiciones acerca de la realidad del universo, de la materia y de las fuerzas que lo conforman pudieran expresarse en una fórmula matemática (E = mc2), y llegar a demostrarla, me ha situado entre los más grandes de la historia de la ciencia. Pero si esto me llena de orgullo, mucho más me enorgullece haber vivido como un hombre libre, que defendió hasta su último aliento la justicia social y la concordia entre los seres humanos.
Los niños son los únicos que creen de verdad en sus fantasías y que, de algún modo, las hacen realidad con su imaginación. Hay que ponerlo todo en duda, y mucho más aquello que se nos trata de imponer por la fuerza. Resulta fastidioso que alguien diga que una cosa es así porque lo digo yo. Las cosas son de determinada manera porque hay una causa, una razón, algo que las explique. Tal vez por eso nunca quise dejar de ser niño.